Aguirre Bellver y H. Vincenot. El Bordón y la Estrella. Las Estrellas de Compostela.

       

          JOAQUÍN AGUIRRE BELLVER (Madrid 1929-Orihuela 2005) es autor de una novela corta dividida en dos partes, El bordón y la estrella. De Roncesvalles a Nájera (Primera parte). y El Camino de Santiago. El bordón y la estrella (Segunda parte). Licenciado en Filología Románica y Periodismo, se dedicó a la doble faceta de periodista en los diarios Pueblo y Alcázar y, simultáneamente, a la de escritor de relatos infantiles y juveniles. Probó también el género del ensayo dentro de una línea tradicionalista, lo que le postergó a líneas de retaguardia en el campo de las letras. Fue autor de El juglar del Cid, Premio Lazarillo en 1961.

     el bordon y la estrella El relato lo escribe en 1962 y obtiene el Premio de Literatura Infantil en ese mismo año. Asimismo se adapta al cine en 1966 con un éxito mediano. En realidad el autor halla en el contexto del camino de Santiago el caldo de cultivo propicio para encajar la trama y protagonistas de su invención, así como los valores que desea trasmitir, pues en su caso el espacio y tiempo son proyección de la intención comunicativa, a saber, dos peregrinos malhadados en agonía o lucha contra un entorno desapacible, malévolo e injusto. La acción comienza en Roncesvalles. Allí un escultor, Geraud de Saint Gilles, inicia el camino como penitente por haber sido acusado de asesinato, pero cuenta con la compañía de Mateo, un mozo huérfano que decide abandonar el campo por el camino para probar las aventuras que pudieran acaecerle. Tras sucesivos infortunios, andanzas desgraciadas y malas artes de pícaros y otras gentes bravuconas, el vejado escultor obtiene las indulgencias de Dios por un crimen que no había cometido y un rayo rompe las cadenas de sus manos con las que caminaba como si de un milagro, entre muchos del camino, se tratara. La primera parte apenas contiene detalles o datos del Camino que enseñen al lector lo que esta ruta esconde, pero sí se muestran en la segunda parte que resulta más ambiciosa en este sentido didáctico. No obstante, deben tenerse en cuenta sus propias palabras que disculpan posibles errores en la reconstrucción de los hechos y lugares porque, no se olvide, que lo consustancial no es el retrato de la realidad, sino el mundo de ficción creado: ni que decir tiene que historia y geografía han sido maltratados.

       HENRI VINCENOT fue un escritor de la región francesa de la Borgoña, nacido en 1912 en Dijon y fallecido en 1985 en la misma ciudad. Trabajó además como pintor y escultor. Educado en la sencillez de una vida en el campo con sus dos abuelas, transmitió en sus obras el interés por lo local y la vida campesina. Fue un incansable defensor de los valores de la aldea frente a la vertiginosidad materialista de las ciudades. Por razones de enfermedad se trasladó a Bretaña y allí se vinculó al celtismo y las prácticas más secretas de este grupo étnico, lo que le preparó para la redacción de su novela Las estrellas de Compostela.

       estrellas de compostela  vincenot El protagonista de la novela, Juan el Trueno, es un rozador del siglo XIIIcuya labor es talar los bosques para transformar las tierras en cultivos. Insatisfecho, decide abandonar aquel oficio y adentrarse en el de tallador de piedras. De esta manera recorre el camino de Santiago entre penalidades y sufrimientos, aunque ésta es la excusa para que el escritor pueda mostrar la influencia que tienen los celtas en el arte románico y en el arte gótico, que se prolonga a lo largo de todo el camino. Descubre además las técnicas maravillosas de los constructores de las catedrales, aportando una información valiosísima sobre este tema. Obra, pues, narrativa que expone las relaciones entre el más puro celtismo y la cultura cristiana a través de sus obras arquitectónicas.

 

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Genaro X. Vallejos. El Camino, el Peregrino y el Diablo.

        A finales de 1980 y principios de 1990 el camino de Santiago empieza a recuperar la vocación peregrina de antaño, como consecuencia de una serie de acontecimientos ya contados, que ha ido en aumento gradual hasta culminar el año actual con un contingente próximo a los 300.000 peregrinos. Las consecuencias son de toda índole, social, económica, religiosa y, por supuesto, artística, pues el componente creativo es coaxial a cualquier acto colectivo y, máxime, tratándose de la vieja ruta de Santiago, tan fecunda en este asunto. Desde la perspectiva literaria este nuevo hecho supone una importante y novedosa floración del género narrativo y poético, que obviamente aún no se ha cerrado pues siguen publicándose actualmente obras de diferente valor, a la espera, como dice algún crítico literario, de esa cimera obra que ponga el broche áureo a la creación artística.

        En las siguientes cuartillas se repasa en orden cronológico las obras narrativas que, aunque distintas en los argumentos y el estilo del relato, comparten idéntico embrujo por el camino de Santiago y sus hondos contenidos históricos, paisajísticos o esotéricos. Pero debe subrayarse que la intención presente es solo la de informar al lector de las obras, evitando pues la opinión subjetiva o valoración del peso formal de las mismas, sobre todo, si se sopesa que el narrador no ha podido leer todavía la mayoría de las novelas publicadas.

   elcamino, el peregrino y el diablo       De novela pionera puede calificarse El camino, el Peregrino y el Diablo de GENARO XAVIER VALLEJOS JABALA, publicada por la Diputación Foral de Navarra en 1978, a pesar de que fue un libro finalista del premio Planeta en 1971 y del Ateneo de Sevilla en 1972. Porque, en efecto, se trata de la primera novela histórica que se edita, adelantándose a las demás de este subgénero, que tendrá un fabuloso cultivo a partir de la década de los años 90 en adelante. Y porque además es un relato que aborda sin recelo el tema del camino de Santiago cuando el camino era una calzada sin peregrinos.

     Genaro nació en Sangüesa en 1897 y falleció en Pamplona en 1991. Fue un sacerdote comprometido con las misiones -cofundador del Secretariado Internacional de Misiones- que compatibilizó su cargo pastoral con el oficio de escritor. La novela es una recreación de la peregrinación a Santiago del Infante D. Carlos de Navarra en el año 1381. La ruta que sigue coincide con la que señala Aymeric Picaud, autor del libro V del Códice Calixtino, aunque el infante viene de Francia por Perpiñán y pasa a Barcelona, Montserrat , Tarragona y Poblet.  Luego recorre tierras de Aragón y de allí, a través de Sangüesa y Ujué, penetra en Puente la Reina para seguir en adelante los hitos característicos del camino francés. Recoge a un leproso en el Monte del Gozo y entra con él en la ciudad de Santiago. El relato acaba con una descripción del Pórtico de la Gloria.

      Bien documentado, el escritor reproduce acertadamente los monumentos, iglesias, monasterios y hospitales que se derraman a través del camino. Describe la variedad de paisajes que halla a su paso. Pinta vigorosamente la variedad de tipos y peregrinos. Y no duda en mostrar las costumbres, las músicas y el folclore de los pueblos, de donde se deduce que los protagonistas principales son el camino y el peregrino junto al diablo, como indica su título, que representa las dificultades y problemas que D. Carlos padece a lo largo de la ruta. Aporta también rasgos de la situación histórica de este siglo, perfiles de personajes de la época y muchas leyendas jacobeas que se han trasladado oralmente de generación en generación.

    Obra con voz propia en la que el autor pone escrupulosa atención en el detalle historicista y con un lenguaje rico y variado.

Referencias literarias. Un soneto de Antonio Machado.

 

        antonio machado En el año 1925 Antonio Machado publica en la Revista Alfar de La Coruña un precioso soneto que evoca, al menos aparentemente, el discurrir de un peregrino a Compostela. Posteriormente vuelve a publicarse el mismo soneto en 1928 en el libro Nuevas Canciones, que resulta una reunión de poemas muy diversos, lejos de aquella unidad temática de sus dos primeros libros. Reitero que el tema es sólo en apariencia.

     Se reproduce a continuación este soneto escrito de puño y letra- autógrafo- por el propio poeta pues es sabido que durante doce años, de 1912 a 1924, desde su estancia dolorosa en Baeza a su residencia en Segovia, Antonio Machado recogía esbozos, proyectos, poemas completos u otras ocurrencias en un abultado cuaderno que él tituló Los complementarios.

verás la maravilla del camino...

       Constituye el poema un soneto formado por dos serventesios- estrofas de cuatro versos de rima determinada- y dos tercetos encadenados-estrofas de tres versos que riman entre sí-. El texto se articula en tres bloques que se apoyan a su vez en tres postulados verbales: verás (versos 1 al 8), verás (versos 9 al 12) y la perífrasis modal debes entrar (versos 13 al 14). El interlocutor es un peregrino, no sabemos quién en principio, que ha de ver tres cosas fundamentalmente desde el lugar en que está afincado: el camino- camino de soñada Compostela-, tópico machadiano que recorre toda su obra poética; la catedral–gigante centinela/de piedra y luz, prodigio torreado-. Debe señalarse que la catedral a la que Machado hace referencia es posiblemente la de León dado que él la conoce y, además, deja el dato de que está rodeada de dos ríos, el Torío y el Bernesga-con dos ríos ha dorado el cerco  del gigante centinela-; y el cazador que, acompañado de los perros va tras la caza en la lejana sierra–una jauría de agudos galgos y un señor de caza– .Por fin, después de esta actividad pasiva, ojeadora, el peregrino es invitado a entrar por las calles de la vieja ciudad hasta la plaza vacía donde un balcón está iluminado-debes entrar cuando en la tarde fría brille un balcón de la desierta plaza-. El tiempo estacional en que transcurre este episodio es el otoño, cuando las hojas amarillean y los montes se visten de colores lilas y anaranjados-verás la maravilla del camino…entre chopos de candela/Otoño…-, y es la tarde el momento del día que el poeta elige para situar la escena-tarde fría-, otro lugar común del poeta sevillano. En resumidas cuentas, un peregrino contempla en la estación otoñal el camino que debe llevarlo, tras observar a lo lejos las torres de la Catedral de León dibujarse sobre el cielo y un viejo cazador, a un balcón que vuela sobre una plaza silenciosa en una tarde fría. Podría concluirse, pues, que el poema está anclado en la experiencia de una caminante que, llegado a León, sigue el paso hacia la ciudad del Apóstol.

        Pero debemos fijar nuestra atención sobre el personaje del peregrino. ¿Quién es él? ¿Es un peregrino anónimo? ¿Alguien amigo del poeta? Ni lo uno ni lo otro. Probablemente, conociendo la facilidad que tiene el poeta de hablar consigo mismo-converso con el hombre que siempre va conmigo/mi soliloquio es plática con este buen amigo, dice en su Retrato– el Tú sea el Yo, el Tú se desdobla en el Otro Yo no solo como un juego o licencia poética, sino como una necesidad personal para contar mejor las experiencias que la vida y su entorno le va aportando. No es la primera vez que Machado utiliza esta técnica poética. Por eso,el peregrino es él, un hombre que pasa sobre la mar-decía-o sobre el camino de soñada Compostela– en esta ocasión- para seguir un viaje penitencial, del cual dice que el último será aquel que nunca ha de tornar.

       Visto así el poema, no como un testimonio de la realidad externa, sino como un símbolo de la existencia itinerante del poeta, aún se comprende mejor que el camino de Santiago, aunque recordado, vive momentos de soledad.

  

Referencias literarias. Dos siglos de silencio.

 

          Tras las  palabras que dedicó Feijóo a los peregrinos, los siglos XIX y XX guardan un silencio discreto sobre la ruta santiaguesa hasta bien entrado el último cuarto del último siglo. Ni el Romanticismo, ni el Realismo, que porfiaron por revelar la estética de lo popular, ahondando en las raíces de lo más primitivo y genuino de las regiones, apenas se acordaron del Camino a pesar de que éste representaba la mejor manifestación de los valores religiosos y culturales de los pueblos europeos. Tampoco los nuevos aires de Vanguardia, ajenos a las realidades históricas y más preocupadas por la renovación del lenguaje artístico, ni las generaciones literarias del 98 o del 27, supusieron una vuelta al recuerdo. Parece como que se hubiese propagado un conjuro para evitar este tema. Y es que, en efecto, como se ha dicho en otros capítulos, el Camino de Santiago era a la sazón sólo un recuerdo, un viario de zarzas y pedrizas por donde los peregrinos ya no transitaban como antaño. Poco a poco las peregrinaciones del mundo entero, especialmente las del territorio peninsular a Santiago de Compostela, dejaron de atraer a los vastos contingentes de peregrinos de otrora porque empezaban a sentir que la adoración de las reliquias de santos no era la única manera de agradar a Dios y ganar las indulgencias.

          Sin embargo, no es del todo cierto que ya no haya alusiones literarias. Las hay, pero han perdido la verosimilitud y frescura de las épocas anteriores. Son atemporales. José Zorrilla, romántico tradicional, escribe unos versos cómicos de escaso valor, cuyo protagonista es un peregrino, pero que hubiera podido serlo sin quitar un ápice al sentido del texto un curda o un tuno de las noches pícaras salmantinas, resultando que el rasgo más definitorio de estos versos es el prosaísmo o la facilona comicidad:

                          Caminaba un peregrino                                                                                                                                                                                                                                                               en una noche serena

                          con la calabaza llena

                          de muy exquisito vino.

                          La sed le salió al camino

                          y él de apagarla dio traza

                          hizo al cielo puntería:

                          y así a un tiempo veía

                          estrellas y calabaza.

         rosalia  La voz postromántica de la poesía gallega, Rosalía de Castro, recoge la emoción que le produce la contemplación de las estatuas del maestro Mateo en el Pórtico de la Gloria, pero sin la referencia al peregrino que desde lejos ha llegado para arrodillarse ante el santo. No hay nada vibrante que nos evoque el mundo del peregrinaje. Y así acude la poetisa a la interrogación retórica como artificio poético:

                          ¿Estarán vivos? ¿Serán de pedra

                          aqués sembrantes tan verdadeiros,

                          aquelas túnicas maravillosas,

                          aqueles ollos de vida cheos? 

       En otro sentido más urbano se expresan Valle-Inclán o Miguel de Unamuno, miembros de la Generación del 98, al decir el primero que Compostela es una rosa mística de piedra, flor romántica y tosca… No parece antigua, sino eterna; y al recordar el catedrático de Salamanca que Compostela, vista de lejos, semeja un gran bosque oscuro de piedra. Falta en ambos casos la perspectiva real del Camino. Incluso un poeta de la experiencia y el compromiso con el hombre, su poesía es ser palabra en el tiempo, Antonio Machado, compañero generacional de los escritores señalados anteriormente, escribe un poema dedicado al peregrino que resulta un auténtico ensueño en lugar del testimonio palpitante de una realidad. El desbroce de este poema se dilata en el capítulo que viene.

          lorca  Federico García Lorca no pudo sustraerse al embrujo melancólico de Santiago, a la que visita en el año 1932, y fruto de esa experiencia fueron Seis poemas gallegos, donde no se hallan huellas del Camino. Pero sí queda patente la imagen de la lluvia sobre la ciudad, que él recoge en un gallego exquisito:

                            Chove en Santiago

                             meu doce amor…

                             Chove en Santiago

                                                                                       na noite escrura.

        Por último, Gerardo Diego, excelente rapsoda de las tierras del Duero, torna a Santiago en 1929 y, escondido al anochecer entre las sombras de la Plaza del Obradoiro, escribe un bellísimo soneto Ante las torres de Compostela, que se abre con este esplendente cuarteto:

                               Aquella noche de mi amor en vela

                               Grité con voz de arista aguda y fría:

                               -Creced ,mellizos lirios de osadía,

                               Creced, pujad, torres de Compostela.

         La literatura de esta época, nos susurra a media voz, atiplada, congelada, ensordinada, que el camino de Santiago está mudo y ayuno de peregrinos.

                                               

Referencias literarias. Fray Benito Jerónimo Feijoo.

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          Fray Benito J. Feijoo (1680- 1768) fue un caso excepcional: desde una celdilla del convento de San Vicente en el Oviedo del siglo XVIII, una pequeña ciudad provinciana apenas conocida más allá del Pto. de Pajares, este benedictino silencioso, laborioso, metódico, experimentalista, racionalista y profundo creyente resultó el mayor pensador de su siglo, cuyas obras se tradujeron a muchos idiomas y se leyeron como verdaderos libros de moda. No solo, además fue el escritor más respetado de su tiempo. Asturiano por vocación, aunque de ascendencia gallega, se propuso hacer docencia para la mayoría, ejercer la enseñanza para todos, cuando era minoritaria y retórica, combatiendo las falsas creencias, las supercherías, los conceptos científicos erróneos, proponiendo el uso de la observación y el análisis en todas las ramas del saber. No le faltaron detractores, como es lógico, que buscaron la deshonra del sabio ovetense. Resulta admirable ver hoy la estatua de Feijoo en la plaza de su nombre, frente al monasterio donde él vivió, luego facultad de Letras, llevándose la mano derecha al mentón cuadrado y con la izquierda sosteniendo un libro. Allí permanece pétreo desafiando al sol y la lluvia de Oviedo para ejemplo de las generaciones futuras, libres, esforzadas y honestas.

           Paradójicamente Feijoo fue un maestro benedictino que no le interesó en exceso el fenómeno de las peregrinaciones. Sin embargo, trató en el Discurso quinto, Tomo cuarto, de su obra Teatro crítico universal, el abuso, a su juicio, en que incurrían las numerosas romerías que tenían lugar en todos los lugares de España, lo que le llevó de facto a anotar algunas ideas sobre el tema peregrino. Menciona que hay dos clases de peregrinaciones sagradas: las que se realizan a lugares distantes como las de Santiago, Roma o Jerusalén, y las que acaecen en las cercanías de las villas y pueblos. De estas dice, no podía Feijoo sustraerse a las ideas religiosas en boga, que en su seno se concitan “coloquios desenvueltos de uno a otro sexo, rencillas y borracheras”. Pero de rondón se cuelan algunas anotaciones curiosas. Justifica, de un lado, las peregrinaciones a Santiago porque son actos religiosos y voluntarios, pero no ignora la existencia de falsedades, engaños, picardías y trapisondas, por lo que aconseja mucha prudencia a los peregrinos. Constata la escasa participación de los peregrinos españoles, frente al “enjambre” de extranjeros, “franceses, italianos, alemanes, flamencos y polacos” porque no es que sean “más piadosos”, sino “más curiosos y andariegos”. Se duda, en nuestra opinión, de que los foráneos sean multitud pues en esta época el Camino casi no tenía visitantes. Feijoo, probablemente hablara de oídas del pasado, a pesar de su espíritu positivo. Pero apunta que no todos los extranjeros lo hacen devotamente pues muchos vienen a mendigar o a beneficiarse del oficio de peregrino para salir de la menesterosidad: “Aumenta mucho la presunción del gran número que hay de tunantes con capa de peregrino, el que los que acá vemos con el pretexto de ir a Santiago”, y él mismo lo prueba con su propia experiencia: “Vi en esta ciudad de Oviedo a un flamenquillo de catorce o quince años, de admirable viveza de ingenio…le ofrecí sustentarle y darle estudios…aceptó el muchacho para la vuelta de su peregrinación. Pero no volvió a Oviedo hasta ahora. Por lo menos tres años después lo he visto hecho vagabundo en otro lugar”. Y a modo de conclusión trae una sentencia de un libro religioso de autoría discutida que dice: “los que peregrinan mucho, rara vez se ponen en estado de gracia”. Así exculpa a nuestros nacionales que a la sazón peregrinaban muy poco a Santiago.

       No podía quedar fuera de esta nómina de autores que rozan el tema santiagués, Fray Benito J. Feijoo, acaso el talante más agudo y sutil de nuestras letras.

Referencias literarias. Diego de Torres Villarroel.

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        En otro capítulo precedente se aludía a este singular escritor dieciochesco a propósito del viaje que realizó en 1737 a la ciudad de Santiago como acción de gracias al Santo por las dolencias de las que curó. Fruto de este viaje es el romance intitulado Peregrinación al Glorioso Apóstol Santiago de Galicia. Diego Torres Villarroel nació en Salamanca en 1694, hijo de un humilde librero del que tomó la avidez lectora por toda clase de libros. Era un personaje curioso que ganó la Cátedra de Matemáticas por oposición en 1726, según él, sabiendo muy poco. En realidad solo hubo dos opositores y la vacante de esta disciplina existía en Salamanca desde hacía treinta años, lo que dice de la poca importancia que a las Matemáticas se le daba en los ámbitos universitarios. Dos veces estuvo en Portugal, y la tercera fue para realizar en el año referido su viaje a Santiago. Se hizo famoso en Castilla y España por las dotes como arúspice llegando a crear una sección de pronósticos firmada con el seudónimo del “gran Piscator de Salamanca“. Desde 1750 hasta su muerte en 1770 se dedicó a preparar la edición de sus obras completas, vivió como administrador del Duque de Alba y, tal como dicen los biógrafos, ejerció la caridad con los necesitados.

     En efecto, el escritor nos relata en el poema antedicho la peregrinación que hizo a Santiago. Resulta un romance chirigotero, satírico y sin duda testimonial de la mitad del siglo XVIII no solo de España sino también de Portugal. E inicia los primeros pasos, tomando como interlocutor al lector y glosando el guión de su composición:

                                        “Querrás saber (claro está),

                                        los ápices, las circunstancias,

                                         dónde, por qué, cómo y cuándo

                                         del cuento…”

     Nótese el gracejo y la socarronería, cualidades siempre presentes, de estos versos que hablan de la partida:

                                        “Salí, pues, y no al romper, (burla de los epítetos épicos)

                                         sino al remendar del alba, (ambigüedad del vocablo “alba”)

                                          que era mucho coste un nuevo

                                         vestido cada mañana…

                                         …A caminar empecé,

                                        y no por la Vía Láctea… (constelación que guía a los peregrinos)

                                         sino por donde juzgué

                                         que algún camino llevaba…”

   Y fue tal la invención de una nueva ruta a Santiago que, en efecto, no siguió el habitual Camino de la Plata que lo llevaría de Salamanca por Zamora, sino que se adentró tierras adentro de Portugal por Almeida, Pinhel, Trancoso, Ponte do Abade, Lamego, Braga, pasó a Galicia por Tuy y llegó tan ufano a Santiago. El viaje de vuelta no fue menos original. Saltó a la capital La Coruña, y de allí a Castilla para regresar a Salamanca. De toda esta singladura no hay más que quejas, lamentos y censuras de costumbres y personas, a excepción de los obispos de Tuy y de Santiago, que pueden resumirse en la estrofa que sigue:

                                           “Pues qué diré de los piojos,

                                           ya no se me daba nada,

                                           por un oído salían

                                           y por otro me entraban”.

   Casi se olvidó del Apóstol si no es porque en la parte final del Romance le apostrofa tópicamente como exterminador de infieles y herejes:

                                           “Más moros envió al infierno

                                           su centelleante Tarama

                                           que médicos a cristianos

                                           al otro mundo despachan”.

      Las últimos versos van asimismo dirigidos donosamente al lector como si de un guiño provocador se tratase. Sin duda hay algo de exhibicionismo no solo en la vida, sino en la obra de este especial autor del siglo XVIII español.      

Referencias literarias. Lope de Vega y Tirso de Molina.

 

   lope-de-vega2-237x300[1] Ambos dramaturgos universales recuerdan a los peregrinos en el entresijo de sus obras. Lope de Vega (Madrid 1562- Madrid 1635) es el padre del teatro clásico español que revolucionó el modo de entender y representar el teatro en el siglo XVII. Expone la nueva teoría dramática en el Arte nuevo de hacer comedias, que se puede resumir en la ruptura de las reglas clásica de acción, tiempo y lugar, en la presencia de numerosos personajes arquetipos-el gracioso, la dama, el galán, la criada etc.- que carecen de profundidad psicológica y complejidad humana y la utilización de un lenguaje ajustado a la clase social de los personajes. Tirso de Molina (Madrid 1579- Almazán, provincia de Soria 1648) sigue los pasos de Lope, pero por su sacerdocio como mercedario la obra de Tirso ahonda más en el aspecto religioso y moral de los temas. Lope lleva una vida más desordenada que Tirso. Aquel entabla relaciones amorosas continuas que le colman de cuitas e hijos, mientras que éste busca en el estado religioso el fin y el sentido de todas sus acciones, lo que no significa que Tirso haya tenido una vida más plácida pues se vio envuelto en discusiones y acusaciones de correligionarios mercedarios que lo arrastraron al ostracismo en algunas ocasiones. Incluso los últimos años de su vida dejó de escribir por la presión ejercida contra él por el estamento superior de la orden y de la curia. Pero los dos coinciden en el recuerdo del peregrino.

       Lope de Vega publica en 1620 la obra teatral de título Las almenas de Toro, que debió de escribir hacia 1615. Basada en un hecho histórico situado en el siglo XI, la obra cuenta el asedio de la villa de Toro por el ejercito de Sancho al que acompaña como fiel vasallo el Cid Campeador. Dentro vive Elvira, hermana de Sancho, a la que su padre legó esta villa, contra la voluntad de Sancho que considera una injusticia la legación a su hermana. Elvira era de tal belleza que despierta el amor de todos, incluso el de su hermano, a la que no reconoce cuando ella habla desde las almenas. Conquistada la plaza, Elvira vaga vestida de labradora y se encuentra con un peregrino que dice llamarse Enrique. Ambos se enamoran, ajenos a la verdadera identidad, y es entonces cuando sucede la agnición o reconocimiento del misterioso peregrino:

                                             Enrique soy de Borgoña,

                                             y al Duque mi padre llaman…

                                             peregrino vine aquí

                                             a ver al patrón de España.

       

    200px-Fray_Gabriel_Téllez,_Tirso_de_Molina[1]     Tirso escribe La romera de Santiago, una comedia histórica en la que el rey de León, Ordoño, concede la mano de su hermana, Dña. Linda, al conde D. Lisuardo como agradecimiento por los servicios recibidos de él. Mientras llega el día de los desposorios, el rey envía al conde a pedir la mano de Margarita de Inglaterra para él, pero en el camino D. Lisuardo requiere de amores a Dña. Sol, una hermosa peregrina que dice ser noble aunque pide limosnas. Como ella no le corresponde, la fuerza violentamente quitándole por consiguiente el honor y la honra. Es por ello conducido a prisión al ser denunciado por la compañera peregrina Dña.Urraca, pero liberado por su prometida decide casarse con Dña. Sol  a la que devuelve la honra. En la escena XIV, Jornada I, hablan el conde y Dña. Sol, aquel admirado de su hermosura, ésta explicándose quién es y de dónde viene:

                                                …Hice voto

                                                 de visitar el sagrado

                                                  sepulcro de nuestro apótol;

                                                  de esta suerte caminando

                                                  a pie y pidiendo limosna…

                                                   …Vuelvo agora

                                                   despues de haber visitado

                                                    su sepulcro y su patrón,

                                                    a Castilla, publicando

                                                     mi devoción en las conchas…

Referencias literarias. Fray Luis de León.

 

        250px-Retrato_de_Fray_Luis_de_León[1]

            El poeta cantor por excelencia de la aldea, de la vida sosegada, lejos del tráfago urbano, de la sencillez y el recato al que una sola mesa le basta, del que vive sin ambiciones vanas, Fray de Luis de León, también tiene palabras para el apóstol Santiago y un recuerdo, aunque breve, para el peregrino que busca la protección del santo. Nació en Belmonte, provincia de Cuenca, en 1527. Profesó en la orden de los agustinos, y como era normal en ese momento, entabló debates teológicos con los dominicos. Fue además profesor en la Universidad de Salamanca. Ambas realidades prepararon su espíritu para la dialéctica y, por consiguiente, para la búsqueda ansiosa de la paz íntima, que solo la soledad silenciosa puede suministrar a los hombres de prez inquieto como Fray Luis. Pasó como otros coetáneos suyos cuatro amargos años de cárcel en Valladolid por haber traducido al castellano el Cantar de los Cantares y haber preferido la versión hebraica de la Biblia a la latina o Vulgata. Murió en 1591 en Madrigal de las Altas Torres, provincia de Ávila, admirado por muchos y denostado por una minoría. Y es curioso que su obra no fue publicada en vida, siendo el genial Francisco de Quevedo quien sacara a la luz pública el conjunto de su poemario en 1631.

       La Oda XX es la dedicada a Santiago. Corresponde al segundo período en que se divide la obra del escritor, que coincide con la permanencia en la cárcel de Valladolid. Es un poema bien escrito, como todos los del poeta, compuesto por 37 estrofas denominadas liras –estrofas de cinco versos heptasílabos y endecasílabos de rima consonante, que el elegante Garcilaso de la Vega había introducido en España años antes como consecuencia de su viaje a Italia-. Fray Luis escribe la mayoría de su obra poética en liras, lo que aporta a sus versos contención expresiva y variedad rítmica. Pero no está esta Oda a la altura de las demás o, al menos, de sus mejores composiciones: por un lado falta, a mi juicio, la originalidad temática. Parece como si el poema fuese un encargo de algún prelado u obispo, y, por lo tanto, no se halla la sinceridad a que nos tiene acostumbrados el ilustre agustino; y sobra, por otro, el tratamiento común que se le da al santo como adalid de la reconquista convirtiéndolo en el Santiago Matamoros que la pintura y escultura han reproducido hasta la saciedad. Como muestra sirva este ejemplo: Como león hambriento, /sigue, teñida en sangre espada y mano, /de más sangre sediento, /al Moro que huye en vano; /de muertos queda lleno el monte, el llano. Acerca de la figura del peregrino, el poeta recoge su devoción al apóstol y los peligros que entraña el camino de esta manera: El áspero camino /vence con devoción, y al fin te adora /el Franco, el peregrino /que Libia descolora, /el que en Poniente, el que en Levante mora. No deja asimismo de ser un tópico común el relato del viaje del cadáver de Santiago a través del mar, tal como explica el Códice Calixtino, del que ya se rindió cuenta en espacios precedentes: Y aquella Nao dichosa, /del cielo esclarecer merecedora, /que joya tan preciosa /nos trujo…

   Gerardo Diego, poeta de la Generación del 27, veía en esta poesía la versión musical de una sonata en la que distinguía una introducción, exposición, desarrollo y cadencia y epílogo, proponiendo a Fray Luis como un poeta musical. Cierto es que la música es un tema fundamental en la obra del conquense, y es  seguro que además sus versos rezuman música como si de una partituta se tratara. Lo dice el maestro.

Referencias literarias. Cervantes.

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         Miguel de Cervantes Saavedra, nacido en Alcalá de Henares en 1547, muerto en Madrid en 1616, es probablemente el mayor escritor de las letras hispanas. No es preciso abundar en lo que ya es un lugar común, su extraordinario talento de escritor, como tampoco es ignorado que Cervantes fue un personaje polémico, complejo y contradictorio. Qué añadir que no se haya dicho ya de Cervantes. Lo que sí es cierto es que probablemente no hubiera escrito nunca su gran obra, Don Quijote de la Mancha, de no haber vivido los escalofriantes, extraños, aventureros capítulos de su vida, uno a uno como si se tratara de una novela real: perdió su mano izquierda en la batalla de Lepanto, conoció el sufrimiento y la pérdida de libertad en Argel, mantuvo amores escondidos y otros conocidos que no le llenaron, hijos adoptados o propios de madre oculta, se paseó como recaudador de impuestos en Andalucía, sufrió la cárcel por mor de este oficio denostado en su época, protagonizó lances de espadachines en Valladolid, murió pobre, arruinado y casi solo, pero en olor de la gloria de grandísimo escritor. Cervantes empezó su magno relato quijotesco a los cincuenta y tantos años, después de haber dejado las cuentas de una vida tan intensa como apasionada: la obra es sin duda la herencia de su vida. Y un escritor que compendia como nadie el friso abigarrado de su tiempo, la España de finales del siglo XVI y principios del XVII, no podía dejar al margen algunas referencias al apóstol Santiago y al fenómeno peregrino.

     Ambas tienen como protagonistas al escudero Sancho Panza.

     La primera alusión, segunda parte, capítulo LIV, sucede cuando el simpático y sabio Sancho regresa hastiado y triste como exgobernador de la ínsula que le prometió el caballero D. Quijote. Llevaba el campesino la desazón de ver a su inseparable amigo cuando en el camino se encontró con seis peregrinos extranjeros, entre los cuales figuraba disfrazado su amigo y vecino Ricote, el morisco. Tras una charla amistosa y entretenida durante una noche, mientras los demás peregrinos duermen tras haber bebido buenos tragos de vino, ambos se despiden y continúan su camino, Sancho desengañado del poder y del dinero, Ricote temeroso de la justicia española que había decretado la expulsión de los moriscos. Parece que los peregrinos, algo desviados del camino francés, situado más al norte de Zaragoza, con los zurrones bien provistos de víveres y mejor repletos de vino, pidiendo dinero como limosna, más bien podrían ser falsos peregrinos disfrazados que verdaderos penitentes que buscaban el perdón de sus culpas. Es llamativa la descripción del vestuario: Vio que por el camino por donde él iba venían seis peregrinos con sus bordones, de estos extranjeros que piden la limosna cantando… Arrojaron los bordones, quitáronse las mucetas o esclavinas y quedaron en pelota…Todos traían alforjas…Tendiéronse en el suelo y, haciendo manteles de las yerbas, pusieron sobre ellas pan, sal, cuchillos, nueces, rajas de queso, huesos mondos de jamón… Pero lo que más campeó en el campo de aquel banquete fueron seis botas de vino. La segunda alusión, segunda parte, capítulo LVIII es la graciosa aclaración que le pide Sancho Panza a su amo a propósito de la célebre frase “¡Santiago, y cierra España!”: Y querría que vuestra merced me dijese qué es la causa por que dicen los españoles cuando quieren dar alguna batalla, invocando aquel San Diego Matamoros: “¡Santiago y cierra España!”. ¿Está por ventura España abierta y de modo que es menester cerrarla, o qué ceremonia es ésta? La respuesta es que “cerrar” quiere decir “acometer”: Simplicísimo eres, Sancho- respondió D. Quijote… Y así le invocan y llaman como a defensor suyo en todas las batallas que acometen.

   ¿Cómo no iba a ser que el genio cervantino no se acordara de Santiago, aún cuando se iniciaba por este tiempo el declive del Camino?

Referencias literarias. Alfonso X El Sabio y el Arcipreste de Hita.

220px-LibroDesJuegasAlfonXAndCourt[1]     Tras Berceo y el Poema de Fernán González es Alfonso X el Sabio (1221-1284) el que vuelve a dar vida literaria a los milagros de la Virgen María en el camino de Santiago.  Alfonso es el monarca que ejerce el mecenazgo cultural en la Castilla de la segunda mitad del siglo XIII mediante la labor de la Escuela de Traductores de Toledo. Desde esta sede se tradujeron obras científicas árabes al castellano, se trabajó en compendios o epitomes jurídicos e, incluso, se alumbraron obras de creación en las que el propio rey participó activamente como son Las Cantigas de Santa María. Es esta una colección de 418 canciones o poemas con música a la manera de la lírica trovadoresca, escritas en gallego-portugués hacia el año 1280, y que centra su contenido en el ensalzamiento y alabanza de la Virgen siguiendo la moda de la época. En el conjunto de las cantigas destaca el grupo dedicado a los milagros, cantigas de miragres, que recuerdan la obra de Berceo. Y curiosamente, la Cantiga 26 repite el milagro que obró la Virgen con el peregrino al que el falso Santiago ordenó amputar su miembro. Los detalles del suceso son los mismos, los dos textos coinciden sin ninguna variación. La única diferencia es de naturaleza estilística: más descriptivo el relato de Berceo, más ágil y concentrado el de Alfonso X. Dos son las razones de esta coincidencia. Por un lado, existen desde el siglo XI colecciones de milagros en latín que manejaban los escritores cultos, de manera que ambos textos beben sin duda de la misma fuente a la que llegan a reproducir con todo lujo de detalles. Y por otro lado el contexto social en que se produce este hecho tiene como protagonista la imagen de la Virgen a la que se trata de prestigiar mediante loas y elogios de toda clase en el ámbito sobretodo religioso. Es por lo tanto seguro que la intención laudatoria resultó un éxito.

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    Juan Ruiz (1284-1351), el Arcipreste de Hita ,vivió  en la primera mitad del siglo XIV, siendo muy escasos los datos que se conocen de su vida. Formó parte del «mester de clerecía» y es el autor de una de las obras señeras del medioevo, El Libro de Buen Amor, un complejo entramado de narraciones diversas cuya unidad está acreditada por el modo narrativo autobiográfico y por un estilo uniforme de cuño personal. Las estrofas 1205 a 1207 recogen el atuendo y los atributos que el peregrino llevaba en el camino no solo por conveniencia sino también como marca identificadora que lo distinguía del falso romero. El autor, que tiene particular cualidad para la descripción en general, hace gala en esta ocasión de sus atribuciones pintorescas. El fragmento, escrito en cuaderna vía, dice así:

El Vienes de indulgençias vistió nueva esclamina (esclavina)
grande somblero redondo con mucha concha marina,(la concha se pone en el sombrero)
bordón lleno de imágenes, en él la palma fina;(la palma representa Jerusalén)
esportilla e cuentas para resar ayna.(zurrón y deprisa respectivamente)
Los çapatos redondos e bien sobresolados, (de doble suela para andar mejor)
echó un grand’ doblel entre los sus costados,(se echó a cuestas)
gallofas e bodigos lieva y condesados, (panes)
d’estas cosas romeros andan aparejados.
De yuso del sobaco va la mejor alfaja (de bajo y alhaja respectivamente)
calabaça bermeja más que pico de graja,
bien cabe un asumbre e más una meaja,(equivalente a dos litros de agua)
non andan los romeros sin aquesta sofraja.(sufragio o auxilio)

Referencias literarias. Gonzalo de Berceo.

         El camino de Santiago es un ancho cauce de variados y profundos contenidos sociales, económicos, históricos y culturales que no ha dejado de inspirar a artistas y escritores de todas las épocas. Es un macizo de flores y arbustos que rezuma efluvios olorosos y destella colores brillantes que no pasan desapercibidos. En unos casos, la inspiración se expresa como meras referencias literarias, apuntes, esbozos, recuerdos e impresiones breves; y en otros, llega a manifestarse como núcleo temático de obras completas.

        berceo[1]                                     Las primeras notas literarias alusivas al Camino Jacobeo las aporta el clérigo riojano, Gonzalo de Berceo (1195-¿1261?), por ser natural de esta aldea. Vida ligada al monasterio de Yuso en San Millán de la Cogolla. Fue también el primer poeta conocido que utiliza la lengua castellana en su registro medieval o castellano antiguo- quiero fer una prosa en roman paladino/en el cual suele el pueblo fablar a su vecino-. Su obra es íntegramente religiosa y se caracteriza por estar enmarcada en lo que se ha denominado “mester de clerecía” -oficio de hombres cultos- cuyas notas son la regularidad métrica (uso de “la cuaderna vía” o estrofas de cuatro versos alejandrinos de catorce sílabas de una sola rima consonante) y el empleo de fuentes escritas. Además de vidas de santos y hagiografías, la obra principal son Los Milagros de Nuestra Señora, poema extenso formado por un preludio idílico y veinticinco milagros en los que interviene la Virgen agradecida por la fe que le profesan diferentes personajes, algunos de los cuales pertenecen al mundo picaresco y hampón. El milagro VIII, titulado El romero engañado por el enemigo malo, cuenta que un fraile de vida licenciosa decide ir en romería a la tumba del Apóstol y encuentra al diablo en el camino disfrazado de Santiago. Éste le conmina a que se corte los genitales y el buen fraile así obra como penitencia por sus faltas. Sin embargo el verdadero Apóstol ruega ante la Virgen que no se consume la muerte del buen monje y Ella le devuelve la vida. A cambio él rinde favores a Dios, la Virgen y a Santiago, y eso sí, recibe el castigo de que lo que se ha cortado con el cuchillo no vuelva a crecer para evitar la vuelta a la antigua vida atrevida y lujuriosa. El relato anima, pues, a iniciar el camino de Santiago para recuperar el perdón por los pecados terrenales y, por consiguiente, es un panegírico de la ruta para que todos acudan como peregrinos a visitar la tumba del santo. Debe añadirse que este propósito no es extraño en Berceo puesto que el monasterio de Yuso, aunque no era un hito propio del camino francés, era visitado por muchos romeros que se desviaban para volver a retomarlo más adelante en Santo Domingo de la Calzada.

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     Algo posterior es el Poema de Fernán González, anónimo aunque se supone escrito por un monje del monasterio, hoy ruinoso, de San Pedro de Arlanza hacia 1250 aproximadamente. Forma asimismo parte del “mester de clerecía”, por lo que se dice lo mismo que de la obra de Berceo en su métrica y fuentes escritas. Consta de 172 estrofas en las que se relata las acciones heroicas del Conde Fernán González, históricamente considerado adalid de la independencia de Castilla frente al dominio de León, acaecidas contra los musulmanes, el Reino de Navarra y el de León. También este largo texto épico recuerda a Santiago –Pero non olvidemos al apóstol honrrado/fijo del Cebedeo, Santiago llamado-. Y no da el anónimo autor puntada sin hilo pues aprovecha la intromisión en este campo para confirmar el enterramiento de Santiago en España, y por lo tanto en Compostela a donde llega el Camino, contrastando esta situación privilegiada con otros países vecinos que no han tenido la misma suerte –De Inglaterra e Francia quísola mejorar/ca sabet que non yace apostol en todo aquel logar-.

Un Camino épico: El Cantar de Mio Cid.

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            Es más que probable que la Canción de Roldán se difundiera en España desde el siglo IX en adelante a través del Camino de Santiago, sobre todo, siguiendo la senda del Camino Francés. Las razones de esta aseveración pueden resumirse de la siguiente manera: En primer lugar, la escaramuza de Roncesvalles y la muerte de Roldán pronto habrán tenido eco en poetas y rapsodas que, azuzados por intereses reales y nobiliarios, componen en pergaminos poemas musicados en loor de los héroes. En segundo lugar, los peregrinos europeos que llegaban a Roncesvalles de lugares de procedencia dispares escucharían in situ versiones de los cantares que ellos aprenden fácil y rápidamente. Luego repiten ya en grupo ya individualmente los poemas adaptándolos e introduciendo modificaciones a su gusto, de suerte que las versiones empezarían a hacerse diferentes y sobrevivir en variantes. En tercer lugar, probablemente a finales del siglo XI se compone el Cantar en su totalidad por un poeta culto, resumiendo las versiones corrientes, e introduciendo ya los hechos transformados por la fantasía popular. El primer texto contrastado es el denominado Manuscrito de Oxford, de 1170, escrito en lengua anglo- normanda, antiguo francés, al que seguirán otros varios manuscritos. En cuarto lugar, era tal la fama y propagación del Cantar que aparecen prosificaciones del mismo en diferentes épocas. A título ejemplar, el Códice Calixtino incluye el Libro IV, escrito hipotéticamente por el obispo Turpin hacia mitad del siglo XII, conocido por ello como el Libro Pseudo Turpin, en el que se narra fabulosamente la entrada de Carlomagno en España, la derrota de Roncesvalles y la muerte de Roldán. Y recuérdese que el propio Aymeric Picaud, compilador de la obra, peregrino que recorre el camino francés, hace entrega del Códice a la curia catedralicia de Santiago en fecha aproximada de 1140. Otro ejemplo es el aportado por el eminente filólogo y poeta Dámaso Alonso. El ilustre medievalista encuentra un manuscrito, catalogado como 39, en el monasterio de San Millán de la Cogolla, visitado por muchos peregrinos que se desviaban ligeramente del camino francés, cuyo contenido relata la leyenda o historia mitificada del desastre de Roncesvalles.

        Por consiguiente, la Canción de Roldán resultó un monumento literario conocido ampliamente en la Península durante la alta y baja Edad Media, que habría de ser principalmente difundido por el Camino de Santiago.

        Inmediatamente después, a finales del siglo XII o principios del siglo XIII, se escribió el Cantar de Mio Cid, primera epopeya castellana escrita en lengua romance que en esta ocasión recuerda las hazañas del héroe de Vivar. Recrea los años de madurez de D. Rodrigo Díaz que, expulsado de Castilla por el rey Alfonso VI, vive condenado al destierro junto a sus más fieles vasallos con la finalidad de recuperar el favor real. Dividido en tres partes, consta de más de tres mil versos agrupados en tiradas de desigual extensión.

       ¿Es el Cantar heredera de la Canción francesa? No puede negarse la originalidad del poema narrativo castellano, que es evidente por el estilo sobrio y claro, la forma métrica irregular y la fantasía rebajada de los hechos relatados. Pero también es verdad que la Canción de Roldán, anterior en el tiempo, ampliamente propagada por el terruño navarro y castellano, ha ejercido a todos los efectos una notable influencia en el Cantar castellano. Téngase en cuenta que los autores, sean juglares, clérigos o escribidores laicos, conocían los entresijos de la epopeya gala precisamente por ser naturales de unas tierras que lindaban con el Camino de Santiago. Una vez más la presencia intrigante de la ruta jacobea decidió la suerte de nuestra epopeya propia cruzada con la francesa. No deja de asombrar esta acción cultural tan extraordinaria del Camino a lo largo del tiempo.

Un Camino épico: La Canción de Roldán.

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         En el año 778 sucedió en Roncesvalles un suceso que habría de resultar decisivo en el nacimiento de la poesía épica europea. Fue una celada la que tendió un grupo de vascones a la retaguardia del ejército de Carlomagno, que volvía de Zaragoza y Pamplona, a la que había saqueado, y regresaba a su reinado en Francia. Roldán era un caballero oficial al servicio del Emperador situado en la retaguardia sorprendida. Como era inferior en número y sin apenas espacio para mover a sus subordinados, murió en combate. Tales fueron sucintamente los hechos. Trescientos años después, a finales del siglo XI, pudo escribirse el primer texto épico que narró fabulosamente, con afán noticiero y político, aquel relato histórico. Pues en efecto Carlomagno había conquistado España a los enemigos musulmanes, a falta de Zaragoza, con la que trató una esquiva tregua. Los vascones se cambiaron en 400.000 sarracenos, guiados por Marsilio, que combatieron contra un puñado de soldados galos. Y Ganelón es el traidor envidioso de Roldán que pactó con felonía la letal emboscada. Luego Carlomagno persiguió a la morisca y le dio alcance y muerte a orillas del Ebro. También cayó descuartizado Ganelón. Nació así la leyenda de la Canción de Roldán o Chanson de Roland.

          Se trata del primer poema épico europeo, escrito en francés antiguo, formado por más de 4000 versos asonantes que se agrupan en tiradas de desigual número de versos. El autor es anónimo, aunque algunos atribuyen la autoría a quien bien pudo ser el copista, Turoldo. Aunque se piensa que ya estaba escrito en el último cuarto del siglo XI, el primer manuscrito hallado data de 1170, conocido como el de Oxford. La influencia fue enorme en la literatura germánica, donde se escribe hacia 1200 el poema Los Nibelungos, y especialmente en España, cuna del Cantar de Mío Cid, de mediados del siglo XII o como mucho tardar el inicio del s. XIII. Además la influencia se manifiesta en el texto perdido Cantar de Roncesvalles y en los temas carolingios del Romancero viejo.

   Resaltan como rasgos peculiares de este género épico, comunes a los cantares mencionados, la fantasía descriptiva de hazañas y lugares (Zaragoza no está en una montaña), la emoción poética que busca el autor para despertar en el oyente o lector la vinculación y el gusto por el poema (Roldán desgaja una roca con la espada), y el retrato grandioso y exagerado de los personajes o héroes adornados con excelsas cualidades para ejemplo de las naciones (Roldán es el héroe temerario. Turpin, un clérigo que mata moros etc.).

         Pero, con todo, la cuestión que más importa en el contexto presente, a forma de apéndice que debe enlazar con el capítulo siguiente, es la rápida y fácil difusión del cantar de gesta francés por las tierras españolas, especialmente por las más próximas al Camino de Santiago. Probablemente fueron primero cantares recitados oralmente a lo largo  del camino por los peregrinos que, trasegantes desde Roncesvalles, ya conocían las hazañas de Roldán y Carlomagno. Tiempo posterior aquellos cantares dispersos e irregulares se recogieron por algún autor culto en un extenso poema para darle una homogeneidad necesaria, con el propósito de conservarlos y ayudar a  crear  las nuevas naciones europeas. Una vez más el Camino de Santiago se convierte en el Camino de la Cultura, transmisor de la más antigua creación épica de Europa.

                    

Una cantiga de amor galaico-portuguesa

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       El siguiente poema fue escrito en la cultísima corte de Alfonso X El Sabio que concitó en la ciudad de Toledo, durante la segunda mitad del siglo XIII, insignes figuras de las letras y las ciencias. Figuraron poetas y trovadores gallegos, alguno de los cuales tuvo que ser el autor del texto trascrito en gallego-portugués y traducido al castellano.

       La influencia de la lírica provenzal es evidente. La protagonista es una dama sobre la que el enamorado vierte sus elogios, siendo centro y dueña de su corazón, diosa sin mancha, reina de su universo, tal como predica la corriente provenzal. Las cualidades atribuidas a la amante comprenden el excelente estado físico de su cuerpo –buen aspecto– y la espiritualidad que la distingue sin parangón –la mejor-, siendo ambos aspectos las razones de su encendido amor por la dama tal como propone el amor cortés. Presenta una variante curiosa e inusual: el poeta manifiesta su desazón y frustración una vez que la mujer ya no está presente en su vida pues se ha ido –separarme de vos-, dejándole en el más total abatimiento- nunca recibiría satisfacción-. Notable acierto poético es el planteamiento inicial –bien sabía yo– en que se supone un tiempo pasado en el que el amante avanzaba o intuía el desastre de su vida futura cuando ya ella no estuviera. Era la plasmación de un suceso adivinado.

       Asimismo resulta reseñable algo que podría tener parentela con el Romanticismo lírico de nuestra literatura española, sobre todo con la figura de Gustavo Adolfo Becquer, nada extraño ni disparatado pues la idolatría de la mujer que el romanticismo practica halla sus orígenes probablemente en las fuentes de los trovadores provenzales. La cuestión concreta es la negación extrema de acciones o cualidades mediante el empleo del adverbio “nunca”nunca recibiría satisfacción, nunca oyó, nunca igual-, y el pronombre “nadie” – oyó nadie, nadie pudo- lo que determina una tendencia a la hipérbole tan característico de los textos occitanos. Por fin, la ausencia provoca el temible efecto de la frustración de por vida del poeta, tal como el desdén de la dama provoca en la lírica provenzal consecuencias similares.

        Sin embargo se halla en el poema gallego una mayor naturalidad y frescura poética casi más próximo a las modernas técnicas narrativas de la poesía contemporánea que a las formas a menudo hieráticas de la poesía provenzal.  Es, por lo tanto, una cantiga de amor perteneciente a la lírica galaico-portuguesa, escrita en la cancillería del Rey sabio, pero a la vez  con una impronta acusada y palmaria de la lírica provenzal.

      Dice:

 Ben sabia eu, mia senhor,                                   Bien sabía yo, mi señora,

que, pois m’eu de vós partisse,                          que, después de separarme de vos,

nuncá veria sabor                                                    nunca recibiría satisfacción  

de ren, pois vos eu non visse,                              por nada, en cuanto no os viese,

porque vós sodes a melhor                                   porque sois la mejor

dona de que nunca oisse                                       mujer de la que nunca oyó

hom falar,                                                                    nadie hablar,

ca o vosso boo semelhar                                         que a vuestro buen aspecto        

sei que par                                                                    nadie pudo

nunca lh’omen pod’achar.                                     hallarle nunca igual.

    

Un poema provenzal y otro galaico (I).

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         Bernart de Ventadorn fue acaso el mejor poeta occitano. De origen humilde ascendió rápido por ser un trovador cualificado. Escribió una poesía amatoria en lengua romance representativa del nuevo arte del amor cortés, que habría de tener una influencia decisiva en la lírica occidental, incluida la galaico-portuguesa. Los 45 poemas conservados resultaron escritos entre 1147 y 1170. Poco antes de morir, se retiró al monasterio de Dalon, probablemente porque su llama de amor quemaba tanto que solo Dios podía enfriarla en su ideal existencia.

         Los siguientes versos repiten el ciclo del amor cortés: el poeta queda enamorado de la dama a la que considera su dueña, su dios. Los atributos que la adornan son la humildad, discreción, cortesía y belleza, siendo los ojos de la amada la parte más resplandeciente de donde mana como una cascada de agua limpia el más puro deseo. Ya se apunta el canon de una mujer delgada, blanca y de estatura media. Atrapado por el amor el poeta ya no es él, pierde el sentido y hasta el juicio más básico, pasa a una cárcel de amor, y por lo tanto, pierde su libertad. Es un amor generalmente no correspondido, por lo que deviene en una compostura melancólica que lo acompañará siempre. De ahí que emprenda la huída para olvidar la causa de su irreparable daño, para olvidar a su amada. Nótese el impecable contraste entre la imagen de la alondra, luego imitada por el mismísimo Dante, que se siente dichosa al recibir los cálidos rayos del sol, y la alusión mitológica a Narciso que padece la frustración de su incapacidad de amar a otra persona por el deseo de amarse a sí mismo. Véase también cómo el ritmo y el lenguaje de los cuatro primeros versos recuerdan el momento unitivo de las almas de nuestra mística castellana- que se olvida y se deja caer-. Debe añadirse por fin la sencillez y frescura con que Ventadorm se expresa, algo extraño cuando la corriente poética común se caracterizaba por el exagerado envaramiento de las formas.

     El relato amoroso anterior será el fundamento del petrarquismo y por lo tanto de la poesía española del Renacimiento, lo que aún pone más de relieve el extraordinario papel del Camino de Santiago en la difusión de la lírica provenzal.

     Dicen así:

                                            Cuan vei la lauzeta mover

                                                               I

                                  Cuando veo la alondra que mueve

                                  de alegría sus alas contra el rayo de sol

                                  y que se olvida y se deja caer

                                  por la dulzura que le entra en el corazón,

                                 ¡ay!, entonces siento tal envidia

                                  por cualquiera que vea alegre,

                                  que me admira cómo al instante

                                  el corazón no se me funde de deseo.

                                                             II

                                   Ya no tuve dominio sobre mí

                                   ni fui mío desde el momento

                                   que me dejó mirar en sus ojos,

                                   en un espejo que me agrada mucho.

                                   espejo, desde que me miré en ti,

                                   me han matado los profundos suspiros,

                                   de modo que me perdí igual que se perdió

                                   el hermoso Narciso en la fuente.

 

        No estaría de más conocer si los supuestos del amor cortes siguen manteniéndose vigentes en nuestro tiempo. ¡Quién sabe! Pero es cierto que los más nobles y altos sentimientos no tienen fecha ni fin, son atemporales y universales.