Las Peregrinaciones a Santiago de Compostela ( y IV).

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                                                                                                                    Juan Uría Riu

       Podría plantearse si Las peregrinaciones a Compostela es una obra plural, cuestión que no afectaría en cualquier caso a la calidad de la obra, o unitaria, pues se concitan tres colegas que, aunque comparten el estudio Alto y Bajo Medieval  de  la Península Ibérica, tienen indudablemente su propia idiosincrasia intelectual y personal.

       Que la obra nace y muere en la más absoluta unidad temática ya se deriva del título general:todo el texto discurre coherentemente en torno al tema jacobeo y las peregrinaciones, que se iniciaron en la Península Ibérica con el descubrimiento de una tumba, supuestamente la del apóstol Santiago, a principios del siglo IX, y han seguido durante siglos posteriores, si bien aquel fervor medieval ha de dar paso a un período de atonía, incluso de total ausencia de peregrinos en los siglos siguientes al medievo.

      No sabemos, sin embargo, si la organización de los contenidos, la estructura interna del libro, fue del gusto completo de sus autores pues, según parece, el órgano convocante del Concurso establecía los criterios generales de ordenación interna de los trabajos que hubieran de concurrir, debiendo todos de ajustarse a unos determinados esquemas organizativos. Pese a ello y en cualquier caso, resulta un acierto indudable tanto la organización de los contenidos en capítulos bien delimitados-primero los estudios generalistas, agrupados a su vez en bloques temáticos; luego las particularidades que se traducen en las etapas del Camino-como la adscripción a cada autor de aquella parte en la que es más especialista o experto. Así, por ejemplo, es significativa en el primer tomo la participación de Luis Vázquez de Parga en los aspectos históricos, jurídicos y artísticos de las peregrinaciones, mientras que Juan Uría asume el tema médico-hospitalario y José Mª Lacarra el urbanístico y sus consecuencias. Ya el segundo, se reparten pro indiviso Uría y Lacarra la explicación menuda de las etapas del Camino Francés y otros,  correspondiéndole al primero, por sus orígenes asturianos, la parte comprendida entre Sahagún de Campos y Santiago de Compostela, así como el Camino del Norte, y al segundo la delimitada entre Francia y la población señalada de Campos por sus vinculaciones a Navarra y Aragón. El tomo tercero es la reagrupación de fuentes y documentos manejados por cada autor en sus respectivos estudios.

       Respecto al estilo literario o manera cómo escriben los autores, no hay duda que ningún investigador del mundo es igual a otro. Es obvio que cada persona explica el objeto de su estudio de un modo particular, eso sí unas veces con mayor acierto, otras con peor suerte, intentando en todos los casos conseguir el equilibrio ideal de rigor y claridad en la exposición de las ideas, hechos y fenómenos históricos. Esto es, todo escritor posee una voz particular y diferenciado de los demás. En el caso concreto de Las peregrinaciones a Santiago de Compostela, este aserto se cumple escrupulosamente. No es momento para realizar un análisis de los registros literarios de cada uno de los autores de la obra, pero es innegable el período sintáctico más largo de Uría, frente al gusto por la oración recortada de Parga; o el empleo habitual de conectores, garantes de la cohesión textual, del segundo frente a los otros dos. Estilos todos, sin embargo, elegantes, adecuados y claros, que favorecen la comprensión de los contenidos y amenizan la lectura de los más exigentes. La unidad, pues, es resultado del equilibrio de la pluralidad de estilos, que no perjudican, al contrario, favorecen la vertebración de una gran obra, haciéndola aún mejor.

      De todo lo cual, se deduce que esta obra, como se ha dicho al principio, resulta por méritos propios la primera en su género, suponiendo un hito en la investigación del fenómeno jacobeo español y europeo. Probablemente, se tarde muchos años en escribirse algo parecido, o quizás nunca otro monumento llegue a superar a este. Aunque es de esperar que, ojalá, nos equivoquemos.

 

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