El peregrino de ayer y de hoy debe comer bien en el buen sentido de ingerir la variedad suficiente de alimentos necesarios para su peregrinaje. Es la alimentación una cualidad fundamental del Camino de Santiago que tiene además la suerte de contar con la riqueza de la gastronomía propia de las regiones por las que atraviesa. Sin embargo, no se trata en esta ocasión de elogiar los valores de esa variada gastronomía, sino de relatar parcamente los víveres que acompañan y nutren al peregrino en su deambular diario. Por supuesto, ni las modas salutíferas ni las sofisticadas naderías de la gastronomía moderna interesan en este contexto: cuchara y platos calientes hacen el Camino.
Es ya un lugar común que Aragón es abundante en cordero, con la variante conocida como ternasco, espárragos y borraja, verdura ésta peculiar de la tierra aragonesa; que La Rioja aporta excelentes verduras, pollo, patatas y vino; así como que Castilla ofrece, generosa, una variedad de quesos frescos de oveja y derivados del cerdo o chacina; y que Galicia es fértil en pescados y mariscos, carne de ternera y grelos, entre otros alimentos. Esto permite que el peregrino pueda comer los platos típicos que se preparan en estas zonas: el ternasco asado, el pote de borrajas, las pochas, las patatas a la riojana, la sopa castellana, el cocido maragato, el pulpo a la marinera y el lacón con grelos, dejando la mención de otros muchísimos platos a cada cual más gustoso y suculento. Pero, en mi opinión, el peregrino en general desoye el gusto de estos platos y suele cambiarlos por una pizza, unas pastas con tomate y abundantes y variados bocadillos. Las razones son por un lado la escasez de hospederías que sirvan a buen precio estas viandas apetecibles, y por otra, el mal hábito alimenticio que muchos caminantes tienen como dieta diaria.
Durante la Edad Media y siglos posteriores la alimentación resultaba distinta. El pan era un alimento principal en la ingesta del peregrino, pan de trigo y pan de centeno, pues Castilla y Galicia eran fecundas en esta clase de cereal desde la época romana. Era normal que el caminante guardaba en el zurrón un buen pedazo de pan, queso fresco y, a veces, algunas cucharadas de miel que mezclaba con ellos. Es conocido el caldo del peregrino o sopa boba como alimento más socorrido, elaborado con agua, migajas de pan duro, vinagre y sal. Se añadía, si lo había, alguna hortaliza y tocino para dar más cuerpo al manjar. El Códice Calixtino comenta que las carnes de ternera de Navarra y Galicia eran muy apreciadas, y en efecto, formaban parte de la dieta diaria, si bien debe matizarse que los peregrinos de estamento elevado comían carne fresca de caza mientras que los comunes habían de conformarse con las carnes saladas y secas guardadas durante más tiempo en las despensas de las hospederías. Otras carnes muy consumidas a la sazón son las de ganso u oca (existen topónimos alusivos como los Montes de Oca o San Estebán de Oca), gallos, gallinas (se divulga popularmente el milagro de los capones de Sto. Domingo de la Calzada), perdices, pichones y palomas. Los pescados de río forman parte de la dieta peregrina, si bien con las cautelas que el Códice Calixtino recomienda tener en cuenta cuando se viaja por las tierras de Hispania. Había muchos rios en que ingerir sus pescados producia la muerte, según el nombrado libro.
Y así, entre el sano yantar y el buen andar al Apóstol se ha de agradar.
Una vez curadas las rozaduras de este largo y trabajoso trimestre, y cumplido el primer tramo de estas «incalificables» fiestas, me he sentado, aprovechando la inocencia y sorprendente luminosidad del día, a leer todo lo que me había ido perdiendo por el camino. Y no, no me ha decepcionado, el Camino se me ha presentado lleno de alicientes y curiosidades. Te imagino maquinando nuevos temas como el peregrino afronta la nueva etapa concienzuda y animosamente, lo que me lleva a deducir que, si bien todos somos peregrinos de esta vida, tú lo eres por partida triple (por lo menos)
No sabría qué destacar, pues todo me ha resultado grato, lo mismo cuando te movías entre pucheros, o te ponías el hábito de peregrino o de experto en leyes; hablaras de la partida, de Las siete partidas o del regreso; o hallaras solaz, entre andadura y andadura con algún entrañable y reivindicativo cuentecillo.
Sí he de decir que mi mente se ha detenido un par de instantes en unos siniestros personajes que creo haber divisado en más de uno de tus apuntes y muchas veces en la vida: los falsos peregrinos que, como lobos con pieles de corderos, disfrazados de buenas personas se aprovechaban de la inocencia y la justicia del Camino y bienintencionados caminantes. Nada cambia bajo el Sol, así pasen mil años, y mucho menos la condición humana…de algunos. Supongo que la relectura de El Quijote también me influye «un poquiño»
Gracias por tu felicitación y que el año entrante nos siga dando hermosas oportunidades, como la de hacer un alto en la «locura diaria» y disfrutar de la lectura de tus relatos
Cuánto me alegra leer otra vez tus impresiones, sobre todo, ahora que estamos de vacaciones. Sigo con este cuadernillo, echándole mucha imaginación y trabajo en la nocturnidad, a pesar de que no es bueno del todo. Hay un plan y quiero continuarlo y, por supuesto, acabarlo, aunque ¿has tenido la sensación, Romero, de haber acabado algo alguna vez? Para mi todo es un continuo que no acaba hasta que nos muramos, claro. De los personajes que van apareciendo no sé con cuál quedarme, aunque hay tres figuras importantes: por corazón e identidad me gustan el padre y el hijo desaparecidos, y por cercanía y admiración los mineros asfixiados. En todos ellos hay mucho de mí mismo, incluso en el falso peregrino que tú no aprecias. Lo importante es sugerir, como prescribe el Simbolismo y Baudelaire, despertar ideas, sensaciones y meditaciones. Y además despertar la conciencia de que debemos ser buena gente y luchar por los grandes valores humanos.Como tu.
Dentro de poco nos vemos. Hasta entonces pásalo muy bien. Un abrazo y gracias otra vez por tu bello texto.