Los inconvenientes que el peregrino medieval encontraba en el camino para llegar sano y salvo a Santiago eran muchos y difíciles. Se dice que partían de sus casas a millares y que pocos eran los afortunados que conquistaban el suelo compostelano pues entre el principio y el fin mediaban multitud de peligros que, incluso, podían provocar la muerte o el abandono. Los peligros más habituales eran las enfermedades, las estafas y robos, la climatología y los animales salvajes. Obviamente, tales peligros han desaparecido en la actualidad y quedan residualmente algunos hurtos que pueden producirse en determinados lugares de encuentro de peregrinos, o leves desvanecimientos provocados por el calor y el cansancio.
Que el Códice Calixtino hiciese publicidad de las dotes curativas del apóstol Santiago ( “devuelve-se entiende Santiago- la vista a los ciegos, el paso a los cojos, el oído a los sordos etc.”) atrajo a muchos enfermos congénitos, tullidos e inválidos que buscaban la curación del santo, aumentando así el contingente de enfermos, y por consiguiente, el número de fallecimientos sobrevenidos por esta causa. Pero el citado libro también menciona las enfermedades más letales, tales como la lepra y la peste negra. La lepra estaba adquirida en muchos casos antes de iniciar el camino, por lo que fue necesario abrir leproserías a lo largo de la ruta en el lado francés y en los condados y reinos españoles. Los leprosos eran tratados en grupos de seis o siete y se les aislaban a veces en pequeñas chozas en la falsa creencia de su contagio. Resulta curioso a efectos de la tolerancia del Medioevo que la sociedad del siglo XIII fue permisiva con esta enfermedad, pero en el siglo XIV los leprosos son en ocasiones desterrados e incluso ejecutados. La peste negra aún causó más estragos. Introducida en el continente europeo en el siglo XIV provocó la muerte de una tercera parte de la población europea, y por lo tanto, afectó directamente al Camino de Santiago. Algunos peregrinos arrastraban la enfermedad y otros la adquirieron en contacto con ellos dada la rápida transmisión de aquella. Colaboraba en la pandemia las malas condiciones de salubridad del camino, el hacinamiento de poblaciones y villas por las que transcurría la ruta y la proliferación de las ratas negras portadoras de la pulga causante de la peste. En cierta medida esta enfermedad redujo el número de peregrinos en el siglo XIV y con ello se inició el principio del ocaso del Camino que habría de consumarse en los siglos siguientes sobrevenidos otros hechos históricos. Otras enfermedades frecuentes fueron la blenorragia como enfermedad paradigmática de transmisión sexual, la tuberculosis transmitida en la ruta jacobea por vía aérea y el tifus contraído por la picadura de piojos.
Esta proliferación de males determinó en primer lugar la propagación de pequeños hospitales con el fin de asistir al enfermo y, simultáneamente, el aumento de capillas y cementerios para dar sepultura y paz a los muertos, objeto de explicación en capítulos posteriores.
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